Y hace unos treinta
años comenzó mi fascinación por Daniel Day-Lewis con la película que traigo
hoy: “Mi pie izquierdo”. Si no la has
visto, has de saber que es lo que se suele llamar una biopic, y en este caso está
basada en la vida del pintor, poeta y
escritor irlandés Christy Brown, que adquirió cierta notoriedad a pesar de
haber nacido con severos problemas de movilidad descritos perfectamente con la
palabra triplejía.
Creo que también es
conveniente decir que las biopic suelen ser películas que no me interesan lo
más mínimo, ya que suelen basarse en personajes planos y, o bien se elige el
mostrarnos una imagen del mismo llena de bondades, o bien de oscuridades, pero
suele flotar en el ambiente un olor a impostura que me suele alejar de las
películas basadas en la vida de una persona. Además, suelen adolecer de ser
tramas con grandes altibajos, y tras un inicio impactante es común que se
diluya el interés en escenas con poca importancia.
Pero ésta es una
conclusión a la que llego ahora, treinta años después de ver por primera vez “Mi
pie izquierdo”. A pesar de ello, decidí volver a verla, arriesgándome a que me
quedase un gusto más amargo del que disfruté la primera vez. Y he de decir que,
a pesar de no ser redonda, rehúye ese tono dulzón que suele acompañar a las
películas biografía y, también, a las que nos muestran a personas con alguna
discapacidad. Tenemos dosis de dolor, de humor, de enfados y de incomprensión,
pero sobre todo tenemos una actuación absolutamente inolvidable.
No es disparatado
que, si como me pasó a mí en la primera visualización, ves la película sin
ningún dato, pienses que la persona que sale en la película no es un actor,
sino que el propio artista se interpreta a sí mismo. Y creo que eso es a lo que
más puede aspirar un intérprete: a dejarse la piel de tal manera que parece
convertirse en otra persona. Y, desde entonces, Daniel Day-Lewis se convirtió
en un puñado de personas de una forma que solo él puede lograr (o podía, ya que
desgraciadamente afirma que se ha retirado y esta vez parece que es cierto).
Más allá de
Day-Lewis, también tiene un papel destacado la actriz que hace de su sufrida
madre, Brenda Fricker, y el personaje en sí, además de ser obligatorio resaltar que es el debut como director del
actor y productor Jim Sheridan. Una excelente dirección que le llevó a ganar
algunos premios, que repetiría en alguna otra ocasión, sobre todo cuando
decidió volver con el actor protagonista, en la magnífica “En el nombre del
padre” y en la igualmente excelente pero menos conocida “The boxer”, todas
ellas lecciones de interpretación de un actor que comenzó a deslumbrar al mundo
moviendo tan solo un pie.
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