sábado, 27 de noviembre de 2021

Mi pie izquierdo

 

Las primeras palabras para comenzar a hablar de esta película (hubiesen sido las mismas con cualquier cinta que cuente en su reparto con Daniel Day-Lewis) han de ser para reconocer que el protagonista es el actor que más me ha sorprendido en toda mi vida. Intentar poner adjetivos a su talento sería una acción inútil, así que me voy a ahorrar el intento,  y simplemente voy a decir que debería ponerme de pie para hablar de él. Cada escena que interpretó es, a mis ojos, un ejemplo que dignifica su profesión.

 

Y hace unos treinta años comenzó mi fascinación por Daniel Day-Lewis con la película que traigo hoy: “Mi pie izquierdo”.  Si no la has visto, has de saber que es lo que se suele llamar una biopic, y en este caso está basada en la vida del pintor, poeta  y escritor irlandés Christy Brown, que adquirió cierta notoriedad a pesar de haber nacido con severos problemas de movilidad descritos perfectamente con la palabra triplejía.

 

La extremidad que se libró de esa parálisis es, efectivamente, el pie izquierdo del pintor. Gracias a muchos años de esfuerzos adquirió una inesperada habilidad, lo que le permitió llevar su arte a los lienzos y también a usar con dificultades una máquina de escribir, con la que incluso plasmó su propia historia, en la que está basada la película.

 

Creo que también es conveniente decir que las biopic suelen ser películas que no me interesan lo más mínimo, ya que suelen basarse en personajes planos y, o bien se elige el mostrarnos una imagen del mismo llena de bondades, o bien de oscuridades, pero suele flotar en el ambiente un olor a impostura que me suele alejar de las películas basadas en la vida de una persona. Además, suelen adolecer de ser tramas con grandes altibajos, y tras un inicio impactante es común que se diluya el interés en escenas con poca importancia.

 

Pero ésta es una conclusión a la que llego ahora, treinta años después de ver por primera vez “Mi pie izquierdo”. A pesar de ello, decidí volver a verla, arriesgándome a que me quedase un gusto más amargo del que disfruté la primera vez. Y he de decir que, a pesar de no ser redonda, rehúye ese tono dulzón que suele acompañar a las películas biografía y, también, a las que nos muestran a personas con alguna discapacidad. Tenemos dosis de dolor, de humor, de enfados y de incomprensión, pero sobre todo tenemos una actuación absolutamente inolvidable.

 

No es disparatado que, si como me pasó a mí en la primera visualización, ves la película sin ningún dato, pienses que la persona que sale en la película no es un actor, sino que el propio artista se interpreta a sí mismo. Y creo que eso es a lo que más puede aspirar un intérprete: a dejarse la piel de tal manera que parece convertirse en otra persona. Y, desde entonces, Daniel Day-Lewis se convirtió en un puñado de personas de una forma que solo él puede lograr (o podía, ya que desgraciadamente afirma que se ha retirado y esta vez parece que es cierto).

 

Creo que “Mi pie izquierdo” es una buena película. Tal vez envejezca menos bien de lo que sería de esperar o tal vez sea una de esas películas atemporales, no lo sé todavía, pero sí es innegable que tiene una de las mejores interpretaciones que he visto, algunas de ellas protagonizadas por la misma persona (también hay que destacar el buen hacer de Hugh O´Conor, que hace un papel impresionante también con el Christy niño y adolescente). 

Más allá de Day-Lewis, también tiene un papel destacado la actriz que hace de su sufrida madre, Brenda Fricker, y el personaje en sí, además de ser obligatorio resaltar que es el debut como director del actor y productor Jim Sheridan. Una excelente dirección que le llevó a ganar algunos premios, que repetiría en alguna otra ocasión, sobre todo cuando decidió volver con el actor protagonista, en la magnífica “En el nombre del padre” y en la igualmente excelente pero menos conocida “The boxer”, todas ellas lecciones de interpretación de un actor que comenzó a deslumbrar al mundo moviendo tan solo un pie.

 

 

 

 

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