domingo, 26 de septiembre de 2021

Amor

 

A lo largo de nuestra vida cada uno de nosotros somos diferentes y diversas personas (la de hoy es un compendio de todas las anteriores) y del mismo modo nos sucede con los gustos, ya sean musicales, literarios, culinarios o cinéfilos. A mis casi 50 años he tenido muchas películas favoritas (evidentemente no se parece la que tenía a los 15 años a la que tenía con 40) y últimamente se trata de un grupo de películas que se pueden contar con los dedos de una mano.


Es peligroso revisitarlas, porque se puede esfumar la sensación que nos llevó a querer esa película, y que el resultado sea peor de lo esperado. Ayer decidí volver con una de esas tres o cuatro películas que recuerdo como las que más me hicieron sentir a lo largo de mi vida: “Amor”, de Michael Haneke. Si echo la vista atrás, estaba en mi podio por su tono realista y descarnado, por su humanidad al expresar con escenas lo que se lleva dentro (en mi significado de “humanidad” caben todos los sentimientos humanos, sean negativos o positivos) y porque hace honor al título de la película, ya que me parece la más (no voy a decir bella, porque no lo es) deslumbrante demostración, en multitud de maneras, de amor que se puede ver en una pantalla.

Eso es lo que yo recordaba… antes de volver a verla. ¿Y qué he sentido al volver a verla? Pues que se quedaron cortos mis recuerdos. La sutilidad de algunas escenas que, sin decir nada, dicen todo (no es spoiler si digo que el gesto de la última escena que en principio parece prescindible y anacrónica para mí lo explica todo) y el ritmo lento como la convivencia en ese piso anticuado como sus moradores en una ciudad de París que no vemos en ningún momento ayudan al espectador a pensar, a estrujar su cerebro y a ponerse en el lado de uno y de otro. Creo que lo que logra Haneke con “Amor” es lo que logran los mejores escritores con sus libros: invitar a la reflexión y que desarrollemos nuestros sentidos para poder intentar captar la mayor parte de lo que nos quiere mostrar.

La segunda visita que hago a esta película, o mucho me equivoco, o hará que quede anclada para siempre en esa lista de películas imprescindibles para mí. Tantas escenas inolvidables y recursos poco usados (¿es posible dejar de prestar atención al grifo de la cocina abierto aunque estemos en otro cuarto?) a mí me hacen desear más: más películas de Haneke, más películas que pongan los sentimientos a flor de piel, más cine así, más momentos así en la vida. Por muchas películas nuevas que pueda ver, siempre habrá un sitito en mi corazón para la deslumbrante “Amor”. Imprescindible.

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