domingo, 26 de septiembre de 2021

La gran belleza

 

Hay películas que vale la pena ver sin conocer nada de ellas y sin conocer mucho de la historia ni de fervientes recomendaciones ni de premios que haya llegado a obtener. “La gran belleza” es una de ellas. Así que desde aquí te emplazo a, si no la has visto, que la veas a ciegas. Sin leer los siguientes párrafos. Y si la has visto y te apetece, continúa.


No sé la edad que tienes pero es probable que si eres de mi quinta (tonteando con el medio siglo) hayas apreciado un cambio en la velocidad de la vida. Hoy día vamos a muchas más revoluciones que hace veinte años. También pasa con el cine. Antes una película tenía una vigencia de unos meses en las salas de cine, luego unos meses en el videoclub, y luego teníamos la oportunidad de verla en la televisión. Sin embargo, hoy día tiene la vigencia de un meme.

 Los éxitos son éxitos fugaces, y el productor (la mayoría de ellos) lo sabe e intenta colar su película en esas dos o tres semanas que puede alcanzar su vigencia, que permanezca en la lista de las más vistas o más recomendadas en la plataforma de streaming de turno.

Sin embargo, no siempre fue así. No siempre nos llegaron referencias de películas a través de Facebook (en publicaciones como ésta o en anuncios) sino que nos las traía (en España) un señor un tanto peculiar y mordaz, con un ingenio que (al menos a mí) me obligaba a quedarme embobado y deseando que llegase Antonio Gasset a darnos alguna lección. Además, en mi casa era también esperado el momento en el que mi hermana se compraba la revista Fotogramas (así me ahorraba las 400 o 500 pesetas del precio) y la dejaba olvidada para que yo escudriñase cada línea que había escrita.

Ahí, entre esas páginas, se mostraban posibles películas que quedasen anotadas en la mente para ser vistas con posterioridad. Era muy difícil que en cada número no se descubriese algún director interesante, algún guionista que prometía calidad o algún título inolvidable. Pero de eso hace más de veinte años. Hoy día es diferente. Se devoran títulos y títulos más por costumbre que por ganas. Se pasa más tiempo escogiendo entre películas mediocres que realmente viéndolas. Y la calidad de lo que podemos ver en las plataformas es muy limitada.

O lo era. Porque afortunadamente hace ya un año que descubí Filmin. Una plataforma que parece creada por un lector de Fotogramas o por un espectador de Antonio Gasset. Rezuma amor por el cine bien hecho, en sus múltiples formatos. No hay que buscar mucho para encontrar películas de calidad y tampoco hace falta mucho para ver que, entre esas recomendaciones de Facebook de títulos de consumo rápido, también se están produciendo películas de las de antes.

Y "La gran belleza" es una de esas películas. Paolo Sorrentino nos trae un cine de antes, de hace cincuenta años, un clásico creado hace tan solo unos años.
Gambardella. Jep Gambardella. Quédate con ese nombre, porque se queda grabado en la mente; es un personaje anacrónico y genial al mismo tiempo, cínico y vacío que nos muestra una sociedad romana grotesca y pintoresca, excesiva y decadente hasta mucho más allá del límite.

En las dos horas y veinte de metraje vemos una sucesión de imágenes y situaciones que están perfectamente estudiadas, y asistimos con el (no creo que simpático) protagonista a una especie de disección de las miserias de la sociedad actual (¿o cómo llamarías a una escena en la que una serie de representantes de las diferentes religiones puja por hacerse un selfie con una monja declarada santa en vida?). Sé que, si la has visto, tendrás diez ejemplos mejores de lo que quiero expresar. De verdad, tiene escenas que hacen reflexionar como un buen libro lo logra, y frases que parecen destinadas a ser subrayadas acompañadas de planos gloriosos y amor por el arte en todas sus manifestaciones.

Además, y creo que es una constante en la filmografía de este director, la música es perfecta para disfrutar de esas imágenes que nos traen la búsqueda del título de la película. Una vez finalizada, cuando se nos muestran a las personas que trabajaron en la realización del largometraje, se nos regala un ejemplo perfecto de lo que queremos decir: un inolvidable paseo por el Tíber, con sus puentes, sus piedras atemporales que siempre están ahí dispuestas a ser escenario de miles de historias en el que estamos acompañados por una música conmovedora.

Evidentemente no es una película que le guste a todo el mundo. Pero si Antonio Gasset era uno de tus iconos, puede que la disfrutes como yo lo he hecho. No tengo costumbre de ver la misma película una segunda vez con poco tiempo de diferencia; sin embargo hice una excepción con “La gran belleza”, aprovechando en esta ocasión la versión original. Y lejos de empequeñecer, para mí ha crecido. Una película casi redonda. Obra maestra.

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