Hay películas y series que resultan inolvidables para nosotros, y que se sienten como parte de nuestro crecimiento, de nuestra juventud. En mi menoria, si echo la vista atrás, miro esa parcela y me acuerdo del maravilloso pueblo de Cicely, donde asistimos a las peculiares lecciones de vida que nos traía el Doctor Fleischmann (escribo de oído y no pienso buscar en Google la forma correcta) y sus nuevos vecinos de «Doctor en Alaska».
También puedo pasear en los recuerdos de las lecciones de (magínifico) humor psiquiátrico que nos daba el inquieto doctor Frasier Crane. Como no todos van a ser médicos, en esa parte de mi memoria también permanecía y recordaba con cariño al humorista de club nocturno Jerry Seinfeld, que estaba rodeado de personajes inolvidables y se servía de los guiones del genial Larry David.
A lo mejor la mejor de las ideas hubiese sido que todos esos recuerdos se quedasen ahí, en la cajita de recuerdos de juventud, para que permanezcan inalterados. Sin embargo, no siempre uno puede ser fuerte y me resultó una tentación demasiado poderosa el ver que Seinfeld forma parte del catálogo de una página de series y películas.
Así que decidí arriesgarme y poner en un compromiso al tiempo tiempo transcurrido y a mis recuerdos. Tras tres o cuatro capítulos, y a pesar de que las situaciones, costumbres y aspecto de los personajes se remontan a hace casi treinta años, he de decir que no solo no pierden gracia sino que la ganan (tal vez ahora entiendo mejor su humor). Yo me pregunto: ¿puede haber un personaje que me saque más risas que George (el malo de Pretty Woman)? Ojalá lo llegue a conocer. De momento pienso disfrutar de cada capítulo de esta serie de nuevo.
Y, si de casualidad los responsables de los catálogos de alguna de estas empresas leen estas palabras, seguro que es baratito recuperar a Frasier o Fleischmann (o como se escriba) y dejar que las disfrutemos y volvamos a juzgar
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