domingo, 26 de septiembre de 2021

Yo, Claudio

Es sorprendente cómo es de corta la memoria del ser humano. A casi todo el mundo que se le pregunta (y yo me incluyo) sobre las mejores series que han visto (o cualquier otro tema) sale de forma natural hablar de las mejores de los últimos años. Y las de los anteriores, las de hace décadas, quedan ancladas en ese pasado que no tiene mucha pinta de volver.

Pues bien: acabo de terminar de ver "Yo, Claudio", una serie de 1976 que muchos vimos cuando éramos pequeños cuando la televisión era cosa de una emisión o dos como mucho simultáneas (y mucho me temo que no entendimos gran parte de lo que veíamos). Y es, sin ningún género de dudas, de las mejores que he visto en mi vida.

A pesar de estar rodada (imagino) con cuatro libras de la época, de tener una escenografía teatral sin exteriores y pocos o ningún alarde técnico, el guion es impresionante (se nota la dedicación de un solo guionista para todos los capítulos) y la interpretación de los actores y actrices colosal.

"Yo, Claudio" está basada en dos novelas del escritor Robert Graves (la primera de ellas es homónima y ya estaba en mi lista de pendientes pero ha subido mucho) y nos presenta a Tiberio Claudio César Augusto Germánico, Claudio, en los últimos momentos de su vida, temeroso de ser asesinado para que su poder pase a manos de Nerón, el que sería su sucesor.

Claudio cree en las profecías, y espera que el poco tiempo que le queda sea suficiente para que él, historiador antes que emperador inesperado e indeseado, narre todos y cada uno de los entresijos del palacio imperial de los que tiene conocimiento. Su intención es enterrar esa historia para que no sea destruida y para que, cientos de años después, nosotros podamos tener acceso a ella.

Claudio, con un problema físico de nacimiento (en su pie izquierdo) recibió desde muy pequeño las burlas de todos los que se cruzaban con él (las más severas las de su propia madre) lo que le acarreó más taras que le incapacitaron socialmente (tartamudeo y un incómodo tic en la cabeza). En su conjunto, Claudio era una persona a evitar, un tonto del que no se podía sacar provecho.

Sin embargo no todo iba a ser negativo. El hecho de que lo considerasen tonto también hizo que lo considerasen inofensivo, lo que le permitió adquirir una gran cultura y un conocimiento de los que le rodeaban muy superior al que suponían.

Y desde ahí, desde esa narración del anciano, comienza ese recorrido por la Roma de los Césares, de sus luchas de poder que tan actuales siguen siendo hoy en día, ya que se hace cualquier cosa por llegar a lo más alto y mucho más por mantenerse.

A menudo valoramos mucho más lo actual, lo que está de moda, pero creo que comparar alguna de las series que aparecen en las listas como las de mejor puntuación de siempre con "Yo, Claudio" es hacerles un flaco favor a las recientes. Y si te decides a ver la anticuadamente actual (y sorprendentemente transgresora) serie que acabo de terminar probablemente no te arrepientas. Eso sí... últimamente he llegado a la conclusión de que ver series dobladas es como ver series mutiladas, así que si tienes la oportunidad, aprovecha el trabajo de los actores en todo su esplendor. 


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