domingo, 26 de septiembre de 2021

Nomadland

 

Fern hace un tiempo que perdió su trabajo. Como le sucedió a la mayor parte de sus vecinos, el hundimiento de la explotación minera de su pueblo destrozó las posibilidades de Fern y de su marido. Éste, además, sufrió una enfermedad que en pocos meses acabó con su vida. Así que la protagonista de nuestra historia se enfrenta a un futuro muy diferente del que se había imaginado: obligada a saltar de contrato en contrato y de localidad en localidad, sus posibilidades económicas van menguando hasta un punto en el que no es capaz de mantener una vivienda.


Y ahí, en ese punto, se da cuenta de que la única posibilidad de supervivencia pasa por deshacerse de los objetos que posee y quedarse tan solo con lo mínimo, al tiempo que convierte su medio de transporte en su vivienda: Fern ha de vivir en su furgoneta, pasar las noches en campings o gasolineras y seguir la corriente de personas que se aferran a los trabajos de temporadas, en circunstancias precarias y poco estables.

En ese camino conoce a un buen número de personas que se encuentran en la misma situación que ella, y a la luz de una hoguera nocturna escucharemos junto a Fern los acontecimientos que los llevaron a perder la casa, el trabajo, la familia, pero en ningún caso la dignidad. Poco más se puede decir de un argumento en el que la intención de la escritora (está basada en un libro) era mostrar un catálogo de esas personas que se encontró en la experiencia de vivir en la carretera durante tres años durante la (pen)última crisis que azotó al mundo occidental, hace ya 13 años, y cuyas consecuencias siguen latentes.

A nadie se le puede escapar que “Nomadland” es la película triunfadora de la edición de los premios Oscar de este año. Si nos ciñésemos a lo que representa ese hecho, estarás de acuerdo conmigo en que debería de tratarse de la mejor película del año. La ecuación debería ser la siguiente: Premios más importantes del año=Mejor película del año. Sin embargo, creo que, si en algún momento esa ecuación fue cierta, hace muchos años en que dejó de corresponderse con la realidad. Pero sí se puede establecer una relación muy clara entre “Nomadland” y las películas que suelen ser premiadas en los últimos tiempos.

Y es que, para la industria cinematográfica estadounidense (me niego a llamarla americana, ya que América tiene mayor amplitud y una paleta más amplia de colores) sería embarazoso premiar a la última película de superhéroes cuyo presupuesto se dispara al añadir los últimos y vanguardistas (esta palabra la uso como un guiño a la furgoneta de Fern) efectos especiales. Así que, paralelamente a esas películas, sacan un puñado de filmes hechos para triunfar en la gala de los Oscar. 

Esas películas, a mi modo de ver, tienen un denominador común: una crítica social y política descafeinada y poco profunda. Un ritmo lento y pausado. El mensaje que quiere transmitir es nítido, claro e inconfundible; no está sujeto a interpretaciones, ya que solo hay una posible ni sujeto a esfuerzos, ya que aparece como escrito en luces de neón. Todo ello suele ir aderezado con un buen puñado de bellos planos con ocasos rosados pintando el horizonte…

Los personajes protagonistas suelen ser personas que sufren por algo a las que no cuesta mucho encontrarse con personajes secundarios fugaces dispuestos a, en unos segundos, contarles su drama personal y, con ello, a nosotros también. Y “Nomadland” tiene varios de esos ingredientes. Pero… tenemos un pero que resalta sobre la película: Frances McDormand, la protagonista. Creo que en cualquier lista de mejores intérpretes es una apuesta segura su presencia. Cada papel que emprende lleva su sello personal y, como casi siempre, está absolutamente magnífica en esta cinta. 

Además, a su larga lista de premios suma su tercer Oscar (pocos tienen una estantería como ella) sin duda con merecimiento. A pesar del parecido físico, poco tienen que ver la Fern de esta tercera estatuilla con la Mildred de “Tres casas en las afueras” o la policía embarazada encargada de la investigación de “Fargo”. Además, para mí, Frances siempre será el personaje inolvidable tanto en la novela ganadora del premio Pulitzer como en la miniserie que ella protagonizó, haciendo con ello eterna a “Olive Kitteridge”.

Así que, a pesar de que mi visión seguramente no será compartida por la mayoría de las personas que decidan ver la película, tras la apabullante interpretación de la protagonista hay una historia muy hollywoodiense, a mi modo de ver un tanto artificial y, aunque parezca una paradoja, superficial cuando se buscaba profundidad. Además de los clichés que son fáciles de encontrar en muchas películas (incluso la típica cena de acción de gracias animada y en una mesa en la que, si hay sentadas diez personas, hay comida para sesenta y se pasan las bandejas unos a otros por encima de los platos) veremos a personajes que, a pesar de pasar por los momentos más duros de su vida, son dibujados de forma idílica, formando una comunidad maravillosa. 

Ya que la historia está basada en un libro, voy a permitirme comparar esta historia con una almibarada “Las uvas de la ira”, extirpando la crítica social e inyectando en su lugar una buena cantidad de azúcar (trabajar para Amazon parece ser ideal a los ojos del guion) y con algunas escenas de lágrimas. ¿Mejor película del año? No. Para mi gusto es una película que sin McDormand no pasaría del seis. Pero la tienen y ése es su gran acierto. 

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