Y lo hace centrado en su innegable belleza física (encarnada de manera brillante por Celleste Dalla Porta), de la que se enamora la cámara desde el primer instante (con la concesión creo que deliberada de unas ojeras evidentes y una mirada con un velo gris que contrastan con esa belleza). Y en ese juego de seducción entre Parthenope y la cámara se desarrolla casi la totalidad de la película, con planos bellísimos e inolvidables tanto de ella como de la ciudad natal del director de la cinta, Paolo Sorrentino, esa Nápoles a la que ya homenajeó en su anterior cinta: "Fue la mano de Dios".
Al contrario que en dicha película, en la que la sencillez fue el tono general, en "Parthenope" Sorrentino tira de sus habituales tics: planos estéticamente impolutos, de una belleza barroca y en ocasiones excesiva, con una serie de personajes que nos dejan pensamientos y frases acertados, cada uno con sus respuestas a las preguntas habituales que nos hacemos los seres humanos, y que en su conjunto intentan descifrar el sentido de la vida. Parthenope vive su belleza, de la que no puede deshacerse y que hipnotiza a todo el/la que se cruza con ella, como un obstáculo para desarrollar un interior tan inquieto y deseoso de respuestas como el de todos y cada uno de los protagonistas de Sorrentino.
Pienso que la parte final, en la que Parthenope es anciana (bueno, dejémoslo en de madurez avanzada), hubiese resultado un hilo conductor más estable, y más consistente, si la narración saliese de la Parthenope que ya perdió su belleza exterior. Es una película de Sorrentino, y por lo tanto, es una buena película. Pero a pesar de que en mi opinión no es de sus mejores cintas, también soy consciente de que hay directores famosos que matarían por obtener algún día la mitad de la calidad que contiene ¨Parthenope". ¿Merece la pena ir a verla al cine? SÍ.
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