domingo, 26 de septiembre de 2021

La juventud

 

Un director de orquesta que hace tiempo dejó su ocupación decide pasar unas vacaciones en un balneario suizo, acompañado de su hija (y que al mismo tiempo trabaja como su asistente) y su mejor amigo, cineasta de éxito y de prestigio, que está inmerso en la producción de su última película, y con última quiero decir precisamente eso… lo que llama su testamento fílmico.


El protagonista, interpretado por un descomunal Michael Caine, repasa junto a su amigo, un igualmente brillante Harvey Keitel, un largo pasado que, cerca de cumplir los ochenta años, parece cada vez más lejano, más difuminado y dispuesto a ensombrecer el probablemente corto futuro que les queda por vivir.


“La juventud” es una obra del italiano Paolo Sorrentino, y por lo que he comprobado (tras ver y admirar su obra maestra “La gran belleza”) es una garantía de encontrar en el metraje un buen puñado de planos construidos con un gusto y una belleza difíciles de contener. Además es difícil no resultar hipnotizado por esos planos simétricos acompañados de una música elegida con un gusto exquisito y que nos ofrecen secuencias inolvidables. En algunas (muchas) ocasiones, durante las aproximadamente dos horas de metraje me parecía estar observando un cuadro del barroco, con sus excesos cromáticos y sus contrastes extremos.


Seguramente cada uno de nosotros tengamos una definición propia del concepto de “arte”. En la mía tiene cabida, sin duda, la película que acabo de ver. La película de Sorrentino, “La juventud”, es precisamente eso: ARTE. Lo único malo que veo, y más viendo lo hermoso que es el de "La gran belleza" es el mejorable poster de la película. Pero no todo iba a ser perfecto.


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