lunes, 8 de noviembre de 2021

La cinta blanca

 

Estamos en una época convulsa, en la efervescencia anterior a la que será recordada como Primera Guerra Mundial, en un apartado (y ficticio) pueblo alemán llamado Eichwald. Ahí, en un ambiente en el que la moral protestante tiene mucho que decir, el barón (que posee la mayor parte de las tierras) funciona como una especie de señor feudal al que hay que contentar de la manera que sea para poder mantener a las pobres familias del pueblo.

 

En la iglesia de Eichwald da la impresión de que todo funciona como un reloj, de que son una localidad y una sociedad idílicas, y los preceptos de la religión son cumplidos con rigor. Ese rigor es también usado por los padres en su labor de educación, e intentan de la manera que saben que los valores en los que creen queden impresos en el comportamiento de sus hijos para siempre. Cuando no es suficiente con las palabras y los métodos elegidos, se usa una cinta blanca con la que llamar a la virtud y tratar de que los niños regresen al buen camino…

 

Además del poder económico (a todas luces opresivo) que representa el barón, también encontramos, como no podía ser de otra manera, el omnipresente poder religioso encarnado por el pastor, uno de los personajes claves de la cinta (no de la cinta blanca, sino de la película). Con estas líneas intento plasmar el escenario en el que se desarrolla la acción, la trama, que nos será contada unos años después de haber sucedido.

 

Creo que el punto de vista más adecuado que hubiese podido ser usado para contarnos esta historia es el de una persona ajena al pueblo. Con ello nos podríamos ir enterando poco a poco de los entresijos de un pueblo del que no conocemos nada. Como ese personaje. Afortunadamente, el director pensó de la misma manera y usó la figura del recién llegado al pueblo maestro como narrador. Hay que recordar que el maestro nos lo cuenta unos años después de los sucesos. Así, píldora a píldora, vemos cómo se relacionan los habitantes del pueblo entre sí, además de cómo se relacionan las familias entre sí.

 

La narración se inicia con el accidente, a todas luces provocado, sufrido por el médico del pueblo. Entre dos árboles se dispuso un alambre en el que el caballo del doctor tropezó y sufrió una terrible caída que lo tendrá varios meses ingresado en el hospital. A partir de ese momento, se sucede una serie de extraños accidentes y también de agresiones que no se pueden dejar pasar. Ha de intervenir incluso la policía, sin lograr mucho éxito. ¿Quién y por qué podría hacer algo así?

 

Me temo que tendrás que ver la película para averiguarlo. Y tienes que tener en cuenta que es una película del autor austríaco Michael Haneke. Por lo tanto, no es una película convencional ni sencilla de ver. Pero, si te sirve de consuelo, como suele pasar con sus cintas, es una obra maestra. La construcción de los dilemas morales que nos presenta (lo suele hacer) es desbordante. El despliegue de preguntas (que no respuestas, no las sueles hallar en sus películas sino que el propio espectador ha de responder las cuestiones planteadas) no tiene desperdicio: detrás de la estricta moral hay comportamientos que han de pasar por el tamiz de esas preguntas. ¿Cuándo se inocula el impulso violento  y qué es lo que lo puede provocar en el ser humano? ¿O tal vez es inherente al mismo?

 

Haneke es uno de los grandes directores de nuestra época. Lo digo absolutamente convencido aunque, por supuesto, puedo estar equivocado. Pero sus películas no son nunca complacientes y pocas sonrisas nos pueden dibujar. Generan, en cambio, una terrible y a veces terrorífica controversia. Creo que la mejor definición del cine del director austríaco nos la dio él con sus propias palabras:  "Tengo una moral, pero no la impongo a nadie. En mis películas hablo de cosas desagradables sin ofrecer respuestas a las preguntas que planteo. Los que me tachan de moralista suelen ser aquellos que no quieren enfrentarse a este tipo de preguntas".

 

“La cinta blanca” es una película sobria, muy meditada y muy bien planteada, con una estética muy particular y que lleva la idea (que suele utilizar Haneke) de no introducir música más que en las ocasiones en las que los personajes tocan instrumentos a su máxima expresión, quedando el silencio como una especie de testigo de los hechos. 


Además, a pesar de haber sido rodada en color, el montaje final nos es ofrecido en un incómodo (si se puede decir así) blanco y negro con una fotografía que recibió numerosos premios. ¿Es correcto decir que un autor puede tener varias obras maestras? ¿No es incongruente? Tal vez, pero yo estoy convencido de que Haneke tiene un puñado de películas que no pueden ser consideradas de otra manera. Es muy difícil que me deshaga de la idea de que “La cinta blanca” lo es. ¿Y tú? ¿Piensas lo mismo?

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