En la iglesia de Eichwald da la impresión de que todo funciona como un reloj, de que son una
localidad y una sociedad idílicas, y los preceptos de la religión son cumplidos
con rigor. Ese rigor es también usado por los padres en su labor de educación, e intentan de la manera que saben que los
valores en los que creen queden impresos en el comportamiento de sus hijos para
siempre. Cuando no es suficiente con las palabras y los métodos elegidos, se usa una cinta blanca con la que llamar a
la virtud y tratar de que los niños regresen al buen camino…
Creo que el punto de vista más adecuado que hubiese podido ser usado para contarnos esta historia es el de una
persona ajena al pueblo. Con ello nos podríamos ir enterando poco a poco de los entresijos de un pueblo del que no conocemos nada. Como ese personaje. Afortunadamente, el director pensó de la misma manera y usó la figura del recién llegado al pueblo maestro como narrador. Hay que recordar que el maestro nos lo cuenta unos años después de los sucesos. Así, píldora a píldora, vemos cómo se relacionan los habitantes del pueblo entre sí, además de cómo se relacionan las familias entre sí.
Me temo que tendrás
que ver la película para averiguarlo. Y tienes que tener en cuenta que es una película del autor austríaco
Michael Haneke. Por lo tanto, no es una película convencional ni sencilla de
ver. Pero, si te sirve de consuelo, como suele pasar con sus cintas, es una obra maestra. La
construcción de los dilemas morales que nos presenta (lo suele hacer) es
desbordante. El despliegue de preguntas (que no respuestas, no las sueles
hallar en sus películas sino que el propio espectador ha de responder las
cuestiones planteadas) no tiene desperdicio: detrás de la estricta moral hay
comportamientos que han de pasar por el tamiz de esas preguntas. ¿Cuándo se inocula el impulso violento y qué es lo que lo puede provocar en el ser humano? ¿O tal vez es inherente al mismo?
“La cinta blanca” es una película sobria, muy meditada y muy bien planteada, con una estética muy particular y que lleva la idea (que suele utilizar Haneke) de no introducir música más que en las ocasiones en las que los personajes tocan instrumentos a su máxima expresión, quedando el silencio como una especie de testigo de los hechos.
Además, a pesar de haber sido rodada en color, el montaje final nos es ofrecido en un incómodo (si se puede decir así) blanco y negro con una fotografía que recibió numerosos premios. ¿Es correcto decir que un autor puede tener varias obras maestras? ¿No es incongruente? Tal vez, pero yo estoy convencido de que Haneke tiene un puñado de películas que no pueden ser consideradas de otra manera. Es muy difícil que me deshaga de la idea de que “La cinta blanca” lo es. ¿Y tú? ¿Piensas lo mismo?
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