Hablar de los
hermanos Coen (Joel y Ethan) es hablar de buen cine. Es evidente que han visto
cientos y cientos de películas y su amor por el séptimo arte se traslada a
todos sus trabajos.
Unos trabajos que suelen ser difíciles de clasificar, pero
a los que intentaremos encontrar algunos puntos en común: creo que el más
evidente es que sus personajes suelen ser muy particulares, en ningún caso
sencillos y planos y que en algunos casos llegan a la excentricidad.
Además, ese amor
por el cine lleva aparejado consigo que sus películas (en las que suelen
colaborar en guiones y dirección, montaje y producción, aunque firme cada uno
su parcela) resultan ser una mezcla de géneros (usualmente exitosa) en la que
el cine negro suele ser uno de los ingredientes principales y habituales. Es difícil no destacar que el humor (negro y muy Coen) está presente
por muy seria y formal que intente ser cualquiera de sus películas.
Y en esa parcela,
la del humor, la película que traemos hoy tiene un lugar especial y
privilegiado. “El gran Lebowski” es una de las cumbres humorísticas de los Coen
(también hay que decir que no es un humor para todo el mundo, y con ello no
quiero decir ni peor ni mejor, pero hay que conectar con él) y una de sus
películas más icónicas. Al lado de películas como “No es país para viejos”, “Valor
de ley”, “Fargo”, “El hombre que nunca estuvo allí” (difícil encontrar
similitudes en los argumentos, ¿verdad?) además de decenas de sus otros títulos
en los que estrellas de Hollywood rebajan sus pretensiones económicas por
trabajar con ellos, nos encontramos con uno de los personajes más icónicos de
los últimos años: El Nota “(The Dude), Jeff Lebowski (no el gran, ése es otro…).
En mi caso, tantos
años después del estreno de la película, y tras seis o siete visionados, sigue
funcionando ese humor como la primera vez. Es más, el día de ayer la vi por
primera vez en versión original, y no solo funciona como la primera vez sino,
como suele suceder, supera a la versión doblada (aunque el doblaje al
castellano es magnífico en este caso particular). Jeff Bridges, aquí el vago
patológico que tan solo quiere estar tranquilo en su bolera y con su música,
será recordado (entre otros muchos magníficos papeles) por su interpretación
inolvidable de El Nota, y de sus extrañas y rocambolescas aventuras que se
esconden detrás de una trama mucho más elaborada de lo que puede parecer.
Supongo que a estas
alturas ya conoces a Lebowski, pero si no es así deberías. Ya he dicho que es
posible que sea la séptima vez que la veo, esta vez con la edad del
protagonista. Si te decides tal vez te rías con Bridges y con una serie
(siempre es así con los Coen) de secundarios que hacen digna la profesión de
actor con sus actuaciones (los Coen son ese tipo de cineastas que sacan lo
mejor de cada uno de sus trabajadores). Difícil olvidar a John Turturro como
Jesús Quintana o los maravillosos amigos de bolera del protagonista: Steve
Buscemi y John Goodman, sin dejarnos atrás los papeles de Julianne Moore o el desgraciadamente
desaparecido Philip Seymour-Hoffman.
Se me olvidaba mencionar la relación entre la
música y el cine de los artistas minneapolitanos, pero es intensa, y en “El
gran Lebowski” es maravillosa, con unas canciones que se pegan al oído y que
dan lustre a una trama que perdurará muchos años, con un personaje que podemos
considerar el abuelo precursor de los modernos “influencers”, en este caso con
unos modelos que puedes encontrar entre tu ropa vieja (aunque la horrible
chaqueta de lana que luce en parte de la trama está muy cotizada y se vende a
unos 250 eurazos). Para pasar un buen rato (yo lo hago de forma cíclica y
recurrente).
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