lunes, 4 de octubre de 2021

Un asunto de familia

Hay películas que se explican solas, cuyo argumento y tono hablan por sí mismos y que son fáciles de clasificar. Sin embargo, la película de la que vamos a hablar hoy no pertenece a ese grupo, ni mucho menos. Tampoco estoy seguro de qué porcentaje de espectadores puede disfrutar de esta historia; tan solo quiero empezar diciendo que yo pertenezco al porcentaje (sea minoritario o mayoritario) que disfrutó de verla, del tono, de las sorpresas y de la sensibilidad de la trama de una forma intensa. A mi modo de ver es una gran película, de las que deja su poso y de las que crece a medida que pasan los días. Como los buenos libros.

 

Las películas japonesas, al menos las que yo he visto, se suelen apoyar en algún pilar común, entre los que se puede nombrar el mostrarnos la cotidianeidad de una manera magnífica, enseñándonos costumbres y usos en una forma que tan solo se puede calificar de arte. 


El día a día suele ser una parte irrenunciable de lo que nos quieren contar. Además suele incidirse en la complejidad de las relaciones entre los personajes, y el dibujar la personalidad de cada uno con acierto suele ser un punto fuerte de las películas niponas. En “Un asunto de familia” vamos a encontrar todo eso, y sin embargo no es lo más relevante de la cinta.

 

Y este punto, la relación entre personajes, lo lleva al límite el director de este film. Kore-Eda suele dar una (o un puñado de ellas) vuelta de tuerca a la relación entre familiares, ya sea padres e hijos o hermanos y hermanas pero siempre echando mano a una visión peculiar, poco común y desde luego muy profunda, invitando a pensar al espectador. Creo que con “Un asunto de familia” lleva todas esas premisas al límite, tal vez a su cima, presentándonos una serie de personajes que dan mucho que hablar.

 

Por dar unas mínimas pinceladas del argumento (y siempre intentando no dar más datos de los que se encuentran en las dos líneas de la sinopsis) he de decir que nos vamos a encontrar con la familia Shibata, que (mal)vive en una casucha propiedad de la abuela que comparte con otras cuatro personas. El día a día consiste en intentar conseguir algo de dinero para ir tirando ya sea por medio de trabajos precarios, trampeando alguna situación o, en este caso llevado a cabo por padre e hijo, algún hurto con mayor o menor éxito.

 

En una noche en la que regresan a casa con los bolsillos llenos con su botín (padre e hijo, Osamu y Shota) encuentran a una niña jugando en una terraza pasando terrible frío mientras en el interior de la casa se escuchan discusiones. Deciden llevarla a casa para mantenerla a salvo esa noche. Creo que, por lo que vas leyendo, te habrás hecho a la idea de que “Un asunto de familia” es una película dramática en la que vemos una penuria tras otra. No. En absoluto es así. A pesar de las carencias económicas (y en algún caso carencias éticas también) estamos ante una familia feliz, en la que la relación entre ellos es envidiable.

 

Y ese es el mayor éxito de la película que traemos hoy  y también del director. Acostumbrado como me tiene a hacerme pensar, con “Un asunto de familia” va un poco más allá y Kore-eda desarrolla con una inteligencia y buen gusto envidiables una trama que nos va envolviendo entre sonrisas hipnóticas sin que nos demos cuenta para luego ir desplegando el dorso de cada una de las cartas que nos ha presentado. Y ese dorso vale la pena que sea escrutado.

 

Parece mentira que  Kore-eda sea capaz de volver una y otra vez a las relaciones familiares y aún así volver a sorprendernos. Sabemos o imaginamos lo que vamos a ver incluso antes de empezar la película, pero él tiene la capacidad de llevarnos deliberadamente hacia una deliciosa incertidumbre. De todas maneras creo que en el futuro tendrá difícil superar el nivel alcanzado en (la ultrapremiada) “Un asunto de familia”, una película atemporal que, creo, será recordada durante muchas décadas, con total merecimiento. 


Te invito a que, si no la has visto, des una oportunidad a esta película y a sus personajes, pobres, paupérrimos, pero que incluso vistiendo a sus hijos con camisetas viejas podemos emocionarnos con el amor que se dedican unos a otros. ¿Y no es eso lo mejor de la vida? El sentirse cómodo con las personas que te aprecian como eres y que te hacen sentir mejor incluso de lo que puedes llegar a ser. No puedo evitar terminar diciendo que estas relaciones, esa forma de querer, esa sensibilidad, nos la trae una inolvidable “familia”.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario