sábado, 15 de enero de 2022

El poder del perro

 

Nos encontramos en el año 1925 en un rancho de Montana. Allí todavía persiste el oficio de vaquero, que tantas veces hemos visto en la gran pantalla, y expresado de tan diferentes maneras. Los caballos han de convivir con los primeros vehículos a motor, lo que nos da una idea del cambio que se está viviendo en esa época. El rancho escenario de la película está regentado por dos hermanos: Phil (Benedict Cumberbatch) y George (Jesse Plemmons) Burbank. Es posible que, aun siendo hermanos, no haya dos caracteres más diferentes que los de Phil y George.

 

Por un lado tenemos al decidido, ciertamente agresivo, amenazante y efectivo en su trabajo (dirigir físicamente el rancho) Phil, que se gana el respeto de sus hombres de una forma poco diplomática y en muchas ocasiones deplorable. Por el otro, tenemos al comedido George, que lleva toda la vida sufriendo el carácter de su hermano así como sus burlas, y que evita en la medida de lo posible el trabajo físico, además del contacto directo con Phil. George se dedica a hacer que cuadren las cuentas del negocio, y a intentar conseguir mediante la vía diplomática ampliarlo lo máximo posible e intentar adaptarlos a los nuevos tiempos.

 

Durante uno de los traslados de ganado, Phil, George y su cuadrilla se alojan en una fonda y comen en la misma. Allí conocen a la viuda Rose y a su hijo Pete, que sirve la comida. Desde el primer instante Pete es el blanco de las burlas de Phil por su aspecto delicado y sus gestos amanerados, en las antípodas de la actitud del vaquero. George, avergonzado, intenta compensar la destructiva actitud de su hermano ante Rose. Fruto de ello nace una relación entre George y Rose que acaba en boda, y con la instalación de Rose en la vivienda familiar. Desde ese momento se desata un infierno en la vida de Rose provocado por Phil, cuyas consecuencias no podemos medir de antemano.

 

Tras este breve resumen del argumento suelo poner la opinión personal sobre la película, lo que me hizo sentir el verla. Y suelo opinar solo de películas que me gustaron, así que esta reseña será un poco difícil de escribir porque (has adivinado) no llegué a conectar con la película. No sé qué me sucede, pero últimamente (será que los años me vuelven cascarrabias) no disfruto de las películas que en Hollywood nos suelen intentar vender como las mejores del año. Antes de nada, he de decir que la vi sin ninguna de esas referencias. Simplemente la vi por ser la nueva película después de muchos años de Jane Campion.

 

Además, he de decir algo importante. La mayor parte de las películas que se han convertido en mis favoritas reciben habitualmente comentarios tipo “no pasa nada”, “es muy lenta”, “es aburrida”… Y esos argumentos siempre me producen pereza, e imagino que a la persona que los emite le gustan las películas trepidantes rodadas ante un croma y es incapaz de disfrutar cualquier otro tipo de producto (sí, es un cliché bastante usado). Así que comenzar esta opinión personal con “no pasa nada”, “es muy lenta”, “es aburrida” puede llegar a resultar ridículo… pero es lo que me nace.

 

Y es que esta película no está hecha para mí. No me interesó ninguno de los personajes (a pesar de eso creo que los dos hermanos hacen un papel fabuloso, una actuación dignísima) ni la historia, ni la ambientación. La música me pareció prescindible y el tono, en general, un tanto pedante y reiterativo; tanto que me planteo (y no bromeo) si algunos planos no están repetidos. Como decía antes, tal vez sea que la edad me vuelve menos paciente con algunas cosas, pero me parece absurdo que “El poder del perro” se presente como la película del año. Y, dado que voy conociendo un poco la industria norteamericana del cine, que gane los premios más importantes del año o, en su defecto, se los reparta con otro título.

 

También quiero expresar un pensamiento y es que tengo la sensación de que la llegada de las plataformas digitales que invierten en cine trae consigo una práctica que, al menos a mí, consigue exasperarme. Supongo que hace años (antes de Netflix y demás) durante el proceso de montaje final de la película el director decidía desechar metros de celuloide para intentar que el resultado final fuese redondo. Vamos, por el bien del séptimo arte. Sacar lo mejor de una historia. Sin embargo, con las nuevas políticas supongo y me temo que ese proceso es menos selectivo, y se van dejando metros por el bien no de la película, sino de la duración de la misma. Dicho de otra manera, cuanto más larga sea la película más tiempo ocupa y más vale la pena suscribirse a la plataforma, ¿no?

 

Así que me encuentro con escenas repetitivas y prescindibles en muchas de las películas estrenadas en estas plataformas. No en todas, evidentemente, pero en “El poder del perro” creo que es uno de sus peores defectos. A mi modo de ver se hubiese resuelto mejor como una película corta o, si me apuro, como un capítulo de una serie. Creo que incluso la persona a la que más haya llegado (y que seguramente crea que el que escribe estas líneas solo se contenta viendo el último estreno de Marvel aunque nunca haya visto uno) pensó en ocasiones, durante el visionado, que esa o aquella escena sobraba. Una pena, pero como me pasa en los últimos años lo único “potable” que consigo de los premios estadounidenses suelen ser las seleccionadas a mejor película de habla no inglesa. Desafortunadamente, “El poder del perro” no está en esa categoría. Ganará. Pierde el cine que yo adoro.

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