Hablar de Paolo Sorrentino es
hablar de un director (o más bien creador, ya que no solo se limita a dirigir
sino a mucho más) particular, que forma parte de ese grupo de autores
reconocibles en tan solo unos planos de sus películas (o, como es el caso, series).
La serie que traemos hoy, “The young Pope”, marcó un hito hace unas temporadas
por su gran calidad. Sorrentino fue guionista y director de los diez capítulos
que la forman.
Como el título indica, el
protagonista es el nuevo Papa de la Iglesia Católica, elegido en un cónclave
como el menor de los males, ya que el favorito (norteamericano) destacaba por
su apego a las normas ancestrales, y en un momento en el que la Iglesia se
juega tanto la apuesta por el conservadurismo parecía arriesgada. Para no
desechar la carta norteamericana, que se supone puede sumar muchos fieles a la
causa, eligen al joven compañero de dicho cardenal: se trata de Lenny Belardo
(magnífico Jude Law), al que se supone un poco más cercano al aperturismo.
Las altas esferas del Vaticano,
comenzando por el Secretario Voiello (el más poderoso de ellos, capaz de elevar
y derribar pontífices) se dan cuenta antes de que se apague el humo blanco resultante del anuncio de su elección del
error que han cometido. A pesar de que Lenny (que elige el nombre de Pío XIII)
es joven, atractivo y aparentemente encantador, pronto se dan cuenta de que es mucho
más conservador que su mentor.
Cardenales y demás cargos eclesiásticos asisten apesadumbrados a la materialización de la certeza de que Pío XIII es además de todo lo anterior altivo, arrogante,
impertinente, presumido (la escena en la que se coloca la mitra papal mientras
suena “I´m sexy and I know it” es difícil de olvidar) y parece ser que no tiene
ninguna intención de agradar a nadie, y toda la intención de incomodar a todo el que se le acerque. Para hacer una comparativa fácil, se me
vino a la mente en muchas ocasiones el entrenador de fútbol José Mourinho (e
incluso el parecido físico me parece evidente). En fin… tal vez haya sido el
mayor error de la Iglesia. Habrá que comprobarlo.
Al ser una serie de Sorrentino
era de esperar que tuviese esos toques de estilo característicos (que no
omnipresentes, como se puede comprobar en su película “Fue la mano de Dios”, en
la que desaparecen los artificios casi en su totalidad) del director
napolitano. A pesar de que es arriesgado limitar su estilo a unas pocas notas,
si tuviese que hablar de lo primero que me viene a la mente de Sorrentino es lo
más llamativo, que es lo visual.
Nos suele presentar planos geométricamente impecables (que me
recuerdan a menudo a Kubrick) además de un manejo del color y de la luz y
sombra sorprendente con escenas que parecen pinturas barrocas en algunas ocasiones y
en otras renacentistas (“La gran belleza” o “La juventud” son vigorosas
muestras de ello). El amor de Paolo por todo tipo de arte salta a la vista, sobre todo lo que parece una debilidad por la arquitectura. Y sí, también en esta ocasión se menciona a Maradona, evidente ídolo de la persona que firma esta serie.
No quiero olvidarme de la música
y del buen uso que sabe hacer de ella. Creo que hay muchos ejemplos, pero
mezclar imágenes de Sorrentino con “Hallelujah” cantada por Jeff Buckley puede ser una de las cimas (junto con la escena de "La juventud" en la que un monje budista parece levitar mientras suena Godspeed you Black Emperor) y esos segundos los puedes disfrutar en uno de los capítulos.
Además, en los guiones suele haber (y aquí las hay a mares) frases para
subrayar y para pensar, y un buen número de preguntas que tiene que responderse
el espectador. Vamos, como suele pasar con un buen libro. Porque el cine de
Sorrentino en ocasiones parece buena literatura. Y “The Young Pope” tiene ese
nivel, con unos actores y actrices magníficos (entre ellos nuestro Javier Cámara) y unos
guiones excelentes. El resultado final me parece brillante. Unos años después
retomó la trama y la alargó con una continuación titulada “The Next Pope”. Pero
eso ya es otra historia.
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