domingo, 23 de marzo de 2025

Adolescence

Una mañana, antes de que la familia se ponga en marcha, la policía irrumpe en la casa del fontanero del barrio. A pesar de que todos creen que es un error, el objetivo de esa operación se encuentra en la primera planta: se trata de Jamie, un adolescente de tan solo 13 años, al que pronto identifican como sospechoso de un asesinato cometido la noche anterior. 

La víctima se trata de una compañera de instituto, Katie, con la que apenas tenía relación.


La miniserie de la que hablamos está siendo un éxito desde su estreno, y es que el tema que nos pone sobre la mesa es para pararse a pensar durante mucho tiempo. Nos habla, a través de Jamie y su familia, de cómo estamos arrojando a nuestros hijos a un mundo en el que tienen acceso a todo y para el que no están preparados. Los arrojamos los padres y, creo yo, también la sociedad actual, ansiosa porque se conviertan cuanto antes en consumidores sin pensar en las consecuencias que ese acceso precipitado (y la ausencia de unos valores que nuestros padres, aunque seguramente con menos cultura que los actuales, sí supieron transmitirnos) pueda conllevar en su formación como personas.


Y es que es inquietante ver cómo se plasma en la serie la frialdad con la que se inflige daño (en persona o en las redes) sin pararse a pensar en qué puede provocar ese daño. También, y me parece lo más preocupante, sin sitio para remordimientos. ¿Por qué esa fala de arrepentimiento? Quién sabe, tal vez sea porque no distinguen el bien y el mal (la escena con la psicóloga da muchas pistas).


Stephen Graham (mi primer recuerdo era su personaje de pánfilo en "Snatch, cerdos y diamantes") se está convirtiendo en los últimos años en un asiduo y solvente intérprete de miniseries, y le dio peso a títulos como "The virtues" o "Hierve". Esta última está rodada con un plano secuencia, y Graham (creador también y guionista de la serie) toma prestada esa técnica para incorporarla de forma técnicamente notable a "Adolescence", en la que los cuatro capítulos recurren a esa forma de narrar (la toma más notable es la que parte del instituto hacia el aparcamiento). Tengo que decir que esa insistencia a veces hace flojear al ritmo (no es una investigación, y debería haber momentos para una merecida pausa para el espectador).


En resumen, esta miniserie que está fulminando índices de audiencia merece la pena, y nos pone en un incómodo punto de vista (como padre para mí lo es), que no por necesario deja de ser doloroso. Y, por favor, espero que el tema de los emojis no sea más que una treta narrativa y no lo que parece ser, una fuente de "apacible crueldad" infinita. Interpretaciones notables. Dolorosa.

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