Alexander Payne
(Papadopoulos es el apellido que pone en sus documentos) es un excelente
director de cine. Tal vez no esté en el Olimpo, pero sí creo que es uno de esos
artesanos con estilo propio cuyas películas suelen ser garantía de un mínimo de
calidad. A pesar de haber cumplido ya los sesenta años en su filmografía
aparecen tan solo un puñadito de películas, entre las que podemos señalar la
premiada “Entre copas”, y las curiosas “A propósito de Schmidt” (una de las últimas
apariciones del gran Jack Nicholson en la pantalla) y “Los descendientes”.
Si has visto alguna
de ellas supongo que el humor latente, amable y con un tono ligeramente crítico
con el que impregna a sus historias Payne, te habrá agradado en la misma medida que la
humanidad que pone en sus cintas. La que acabo de ver, “Nebraska”, es una buena
muestra de lo que intento señalar.
Y así empieza
nuestra historia: con un anciano perdido caminando por una carretera sin saber
explicar muy bien hacia dónde se dirige. Seguro que tú lo habrás adivinado, sin
que te haya dicho nada; eso es, a Nebraska. Y su empeño en ir a ese estado (a
la localidad de Lincoln) se debe a que recibió una carta publicitaria en la que
le emplazan a cobrar el millón de dólares con el que probablemente ha sido
agraciado una vez se suscriba a algunas revistas.
Y creo que “Nebraska”
es una gran película, que reúne humor, humanidad y reflexiones y que mezcla
esos trillados conceptos de road movie y buddy movie (tal vez haya otra forma
de expresarlo sin anglicismos pero ahora mismo no encuentro la manera) vistos
desde el prisma de un excelente director de cine. Además, la preciosa fotografía
(en blanco y negro) aumenta atractivo visual a una historia muy agradable, muy
aprovechable. Creo que es una cinta aconsejable.
Si se me permite un
consejo, diría que vale la pena verla en versión original. A pesar de
pertenecer a una generación acostumbrada a ver películas dobladas y demonizar
el leer los subtítulos durante gran parte de mi vida, la llegada de las
plataformas digitales de cine en las que pulsando un botón se puede elegir la
versión doblada o la original, me llevó a la necesidad de verlas como fueron
concebidas. Además, si se piensa unos segundos es lo más sensato. Propongamos
un supuesto y pongámonos en el caso de que ves, si eres español, una película de, por ejemplo, Fernando Fernán
Gómez, o José Sacristán. Si eres argentino, te propongo a Ricardo Darín. ¿Te
imaginas su actuación doblada por otra persona? ¿Cuánto crees que perdería?
Así que si te
decides a ver “Nebraska” plantéate verla en su versión original, y espero que disfrutes
de un cine que me regala buenos momentos y de unas actuaciones (de principales y secundarios) excelentes.
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