miércoles, 16 de marzo de 2022

Nebraska

 

Alexander Payne (Papadopoulos es el apellido que pone en sus documentos) es un excelente director de cine. Tal vez no esté en el Olimpo, pero sí creo que es uno de esos artesanos con estilo propio cuyas películas suelen ser garantía de un mínimo de calidad. A pesar de haber cumplido ya los sesenta años en su filmografía aparecen tan solo un puñadito de películas, entre las que podemos señalar la premiada “Entre copas”, y las curiosas “A propósito de Schmidt” (una de las últimas apariciones del gran Jack Nicholson en la pantalla) y “Los descendientes”.

 

Si has visto alguna de ellas supongo que el humor latente, amable y con un tono ligeramente crítico con el que impregna a sus historias Payne,  te habrá agradado en la misma medida que la humanidad que pone en sus cintas. La que acabo de ver, “Nebraska”, es una buena muestra de lo que intento señalar.

 

En esta película el protagonista, un anciano Woody Grant (un brutal Bruce Dern), mecánico de automóviles jubilado, lleva un tiempo un tanto perdido. Debido a su edad y a esa enfermedad de difícil pronunciación y más difícil asimilación (el p*** alzheimer) su comportamiento es errático. Su esposa, Kate, no puede más con su comportamiento y sus lagunas mentales. Y sus hijos, David y Ross (interpretado por Bob Odenkirk, el genial Saul Goodman de Breaking Bad y de su spin off Better Call Saul) lo llevan como pueden. De ellos dos David es el que suele recibir las llamadas de ayuda de su madre, o incluso de la policía.

 

Y así empieza nuestra historia: con un anciano perdido caminando por una carretera sin saber explicar muy bien hacia dónde se dirige. Seguro que tú lo habrás adivinado, sin que te haya dicho nada; eso es, a Nebraska. Y su empeño en ir a ese estado (a la localidad de Lincoln) se debe a que recibió una carta publicitaria en la que le emplazan a cobrar el millón de dólares con el que probablemente ha sido agraciado una vez se suscriba a algunas revistas.

 

La ilusión de Woody no es compartida ni por su esposa ni por sus hijos. Tampoco es que ofrezca mucha credibilidad esa publicidad, ¿verdad? Sin embargo, en los muy escasos momentos de lucidez que su cerebro le permite, la obsesión de ir a recoger el premio ocupa todo el espacio. Tal vez lo más humano sea dejar que conserve esa ilusión. ¿Tú qué harías? No temas, en todas estas líneas hablando de la película tan solo se deja ver lo que puedes ver en el primer minuto de metraje. De todos modos, creo que, como en muchas buenas películas, lo más importante no es lo que cuenta sino cómo lo cuenta.

 

Y creo que “Nebraska” es una gran película, que reúne humor, humanidad y reflexiones y que mezcla esos trillados conceptos de road movie y buddy movie (tal vez haya otra forma de expresarlo sin anglicismos pero ahora mismo no encuentro la manera) vistos desde el prisma de un excelente director de cine. Además, la preciosa fotografía (en blanco y negro) aumenta atractivo visual a una historia muy agradable, muy aprovechable. Creo que es una cinta aconsejable.

 

Si se me permite un consejo, diría que vale la pena verla en versión original. A pesar de pertenecer a una generación acostumbrada a ver películas dobladas y demonizar el leer los subtítulos durante gran parte de mi vida, la llegada de las plataformas digitales de cine en las que pulsando un botón se puede elegir la versión doblada o la original, me llevó a la necesidad de verlas como fueron concebidas. Además, si se piensa unos segundos es lo más sensato. Propongamos un supuesto y pongámonos en el caso de que ves, si eres español,  una película de, por ejemplo, Fernando Fernán Gómez, o José Sacristán. Si eres argentino, te propongo a Ricardo Darín. ¿Te imaginas su actuación doblada por otra persona? ¿Cuánto crees que perdería?

 

Así que si te decides a ver “Nebraska” plantéate verla en su versión original, y espero que disfrutes de un cine que me regala buenos momentos y de unas actuaciones (de principales y secundarios) excelentes.

 

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