Uno de sus
personajes más celebrados es el de protagonista en la adaptación de la obra de
Anton Chejov “Tío Vania”. En cuanto a su vida personal, vive con su esposa, Oto,
y no tienen descendencia. Oto es guionista y últimamente desarrolla su trabajo
en series de televisión, alguna de éxito entre los adolescentes. Una de las
particularidades de la pareja es que Oto graba cintas de cassette para que
Kafuku practique su papel durante los trayectos en su coche.
La relación entre
chófer y pasajero mientras escuchan la voz de Oto en el reproductor de cassette
original de Saab 900 es el hilo conductor de una cinta que llega a las tres
horas. Sí, tres horas. Si ese tiempo no te desanima a ver la película, hay que
decir que el silencio y la lentitud son partes también de la receta, en una
cinta en la que parece que no pasa nada o el espectador puede llegar a pensar que el
argumento se puede resumir en una frase. ¿Sigues sin desanimarte? Pues en ese
caso tal vez “Drive my car” sea una de las películas que necesitas ver.
“Drive my car” está
basada (aunque de forma ligera) en un relato del escritor japonés Haruki
Murakami. Si lo conoces, ya sabes qué tipo de narración y qué tipo de
personajes nos suele presentar, y los que habitan en esta película son, creo,
los personajes de Murakami mejor llevados a la pantalla. También creo que “Drive
my car” es la mejor adaptación de cualquier obra o relato del escritor nipón
(hasta el momento ese puesto lo ocupaba “Burning”), al que tengo medio aprecio.
Me explico.
Murakami tiene dos narraciones diferentes: una digamos terrenal, palpable,
humana, y otra que vive en un mundo onírico, simbólico y un universo muy
particular y reconocible. Aprecio mucho la parte humana, pero la parte onírica
me cansa y llegó un momento en el que pensé que, de ser extirpada de sus obras,
sería mucho más brillante. No sé si mucha gente opina lo mismo, pero es lo que
me provoca a mí.
Así que es para mí una buena noticia que en esta película la parte que el director japonés Ryüsuke Hamaguchi decide llevar al guion que él mismo escribió (con ayuda) sea la que me interesa a mí: esos personajes muy reconocibles y que sangran por dentro. Hamaguchi tiene un merecido prestigio alcanzado sobre todo con su obra “Happy hour” (si te parecen demasiado los 180 minutos de “Drive my car” no te digo nada de los 317 repartidos en tres cintas de “Happy hour”) y con esta historia consigue una dirección solvente y eficiente, contenida y madura: excelente.
Como decía antes,
las tres horas, la lentitud, el argumento en el que no hemos de esperar mucha
acción (ninguna, de hecho) son cosas que entiendo que echan a muchas personas
atrás. Sin embargo son características comunes de las películas japonesas que
llegan a estas tierras (como común es que haya siempre una escena de comida en
las películas japonesas que he visto; ¿alguien me puede confirmar una película
japonesa en la que no salga escena comida?) que a mí me tienen fascinado desde
hace muchos años.
“Drive my car” me
parece una excelente película, que se suma a las decenas que he visto en los
últimos años llegadas del archipiélago japonés (acabo de leer que son más de 6800 islas) y que me hacen apreciar la sencillez y el tratamiento tan poético
de las imágenes, de los personajes puestos ante el espejo (en esta película literalmente, ya que los espejos tienen cierta importancia) de las costumbres, el acceso que tenemos a la sensibilidad que
nos regalan y que nos pone al alcance colores, detalles nimios e incluso olores
de una forma maravillosa. Así que, si quieres disfrutar de ese cine en
minúsculas que busca más la reflexión que el impacto, tal vez sea una buena
opción que te decidas por la obra de Hamaguchi.
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