Sin embargo los planes no siempre
se cumplen, y por una serie de circunstancias George se ve atado una y otra vez
a un destino que no parece el suyo: la empresa familiar regentada por su padre
y en la que también trabaja su tío está siempre a punto de desmoronarse. Es una
especie de cooperativa que presta dinero a sus vecinos para que realicen sus
proyectos más inmediatos, aunque no sean productivos para el prestamista.
Cuando George celebra la fiesta de despedida para ir a la universidad, su padre
fallece y no le queda otro remedio que ocuparse de la gestión de la
cooperativa.
Hablar de “Qué bello es vivir”
(It´s a wonderful life) es hablar de uno de los clásicos de las navidades, por
no decir el clásico de clásicos. Y es que está desde su estreno en 1946
asociado a esas fechas y en muchas casas es de obligado visionado cada año (en
mi caso ese lugar lo ocupa “La vida de Brian”). Es una película que casi todo
el mundo ha visto al menos en una ocasión. Y tal vez eso haga que no esté
valorada como merece. Porque lo merece. Es una excelente película.
Tiene un guion excepcional, y las
actuaciones son sobresalientes. Además creo que si logramos abstraernos de un
final inolvidable y, por ello, presente en cualquier visionado, podemos
disfrutar de un tono más mordaz de lo esperado, de un personaje protagonista
más oscuro que la visión edulcorada que tenía en mente antes de mi última y
satisfactoria visualización. Creo también que gracias a las modernas
plataformas la posibilidad de ver las películas en versión original hace que
crezcan las películas de forma exponencial.
Por último quiero decir que los
clásicos, visitados sesenta o setenta años después, me siguen sorprendiendo por
la calidad de sus guiones (por entonces los guionistas eran excelentes e
incluso los mejores escritores eran contratados por los estudios) pero también
por la vigencia que conservan, por la fina ironía que se puede encontrar en
unas líneas que puede que pensamos que ya deberían estar obsoletas y resultar
un tanto ridículas. Todo lo contrario. Y “Qué bello es vivir” es un perfecto
ejemplo de ello: guion (uno de los guionistas fue nada menos que Dalton Trumbo, que no aparece en los créditos por precaución, por sus ideas asociadas al comunismo tan perseguido por aquel entonces), interpretaciones, dirección (excelente Frank Capra)
hacen que la fama que tiene sea merecida, y que sea imprescindible volver a
ella una y otra vez.
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