miércoles, 27 de marzo de 2024

Vidas pasadas

Nae Young (ella) y Hae Sung (él) son dos niños, vecinos y compañeros de clase, que tienen una relación un tanto especial. A punto de alcanzar la adolescencia, parece que esa relación puede derivar en algo más, o todas las señales que los adultos observan llevan a eso. Sin embargo, la familia de Nae Young, formada por un padre director de cine y una madre artista, decide mudarse desde Seúl nada menos que a Toronto. Desde ese momento se hace imposible la comunicación entre ellos, y Nae inicia una vida muy diferente a la que hubiese tenido de haberse quedado en Seúl.


Al ser ella la que se va, la sensación de ausencia la conserva la persona que se queda, o sea, Hae, que llevará la vida que se suponía que debía llevar por crecer en el entorno en el que nació. Nae, sin embargo, incluso cambia su nombre por el de Nora, acoplándose primero a la obligada vida como emigrante en Canadá, y más tarde a la voluntaria vida como emigrante en Nueva York. La película muestra los años en los que ambos están separados, que si no me equivoco forman un total de veinticuatro.

El título hace referencia a un concepto derivado del budismo que en Corea se llama In-yun, y que se traduce como providencia o destino, y a grandes rasgos explica que dos personas que se encuentran en una vida han tenido más encuentros en las anteriores. Y los tendrán en las futuras. Y de eso trata la película: de lo que fue, de lo que podría haber sido, de lo que debería ser... 

Creo que la historia es una historia de amor bonita y amable, contada de una forma deliciosa, con una sensibilidad extraordinaria puesta en cada detalle. Las miradas entre dos personajes (tendrás que verla para saber qué significan) dicen mucho, así como los silencios y la complicidad que se muestra en la pantalla. También nos lleva a pensar más de lo que solemos hacer en una película que se podría y debería de catalogar como romántica, pero sin la etiqueta habitual de comedia.


La directora Celine Song debuta con este título, y resultó ser multipremiado en muchos festivales. Además de esa puesta en escena elegante, sensible y agradable, con un tono lento pero digerible, y con planos que no son revolucionarios pero que en ocasiones son originales (las partes de Nueva York que decide mostrar son peculiares y poco habituales, con la parte menos brillante de las postales turísticas a la vista) dan como resultado una película bonita y recomendable. 

Si miramos brevemente la biografía de la directora y a su vez escritora del guion, y vemos que nació en Corea, emigró en su infancia a Canadá y luego emigró a estados Unidos, podemos suponer que sabe de lo que habla cuando nos presenta a personas que se van y a otras que se quedan... Como he dicho varias veces, una película amable.



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