jueves, 6 de julio de 2023

Atraco perfecto

 

Johnny es un delincuente habitual que, también de forma habitual, pasa temporadas en prisión. En la última y larga estancia en la cárcel (nada menos que cinco años) tiene tiempo de planear de forma minuciosa el que pretende ser su último golpe: se trata de un atraco limpio y sin víctimas al hipódromo de la ciudad, cuya recaudación (equivalente a botín en este caso) calcula que sean dos millones de dólares de la época, suficiente para retirarse de esa vida y de cualquier vida en la que necesite de su trabajo para subsistir.

 

Johnny (interpretado por Sterling Hayden) no puede hacerlo solo, y pasa un tiempo captando las piezas del puzzle que han de actuar en cada papel diseñado por él mismo el día del atraco. Una de las más importantes premisas es que cada uno ha de saber su papel al dedillo, pero tan solo el suyo y no el de sus compañeros. De esa forma hay menos cabos sueltos y menos lugar al error. La película comienza cuando el atraco ya es inminente, cuando faltan tan solo un par de días.

 

“Atraco perfecto” (The killing) es la tercera película de un joven Stanley Kubrick, basada en una novela negra “Clean break”, estrenada en 1956 y producida personalmente por el que luego se consagraría como genio con una humilde productora con la que sudó tinta para poder estrenar la cinta en cines. Sin embargo, lo lograron, y el éxito crítica fue la catapulta que nos permitió disfrutar de la excelente filmografía de uno de los grandes creadores que ha dado el séptimo arte.

 

Ahora comentaré a título personal mi experiencia con esta película, y espero que sepas perdonarme por hacerlo: en un trayecto de autobús de unas ocho horas (de los de antes, sin internet) los momentos en los que comenzaba una de las dos películas que se emitían en ese tiempo eran de nervios por lo que estaba por llegar. Al comenzar “Atraco perfecto” se me cayó el alma al suelo: una película en blanco y negro, de un año muy muy lejano, y encima desconocida por mí. No podía ser menos atractiva a mis ojos en ese momento. Sin embargo, la falta de sueño hizo que no separase la vista de la pantalla.

 

¿Qué me encontré? Unos diálogos y unas actuaciones sorprendentes, una trama que funciona como un reloj suizo llena de inteligentes sorpresas y, en definitiva, un guion excelente. Puedo decir sin equivocarme que esa visualización accidental cambió para siempre mi forma de ver el cine: la etiqueta “clásico” pasó de ser una especie de lastre a una virtud: la virtud de la calidad que encierran en guiones brillantes e interpretaciones que suelen sorprenderme, con la garantía de que, al haber sobrevivido más de medio siglo, siempre tienen algo bueno que aportar. Y en “Atraco perfecto” hay cosas buenas en cada minuto de metraje. Esa etiqueta de "película vieja=aburrida y pasada de moda" murió para mí ese día y pude ver que en muchas ocasiones son sorprendentemente actuales. Afortunadamente, en ese viaje no había internet y desde entonces he disfrutado de cientos de clásicos, aunque no todos tan buenos como esta cinta.

 

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